viernes, octubre 07, 2011

Fotografía y Realidad

El ojo humano es el mejor instrumento óptico que se conoce. Aún así, está muy lejos de ser perfecto.

El descubrimiento de la fotografía en el siglo XIX hizo posible el milagro de plasmar en papel un instante de realidad. Por fin se había conseguido atrapar y guardar el pasado de una manera fiel y exacta. El hombre añadía un granito de arena a su montaña de autoestima al ser capaz de viajar atrás en el tiempo y revivir un acontecimiento puntual, un paisaje hoy inexistente o un personaje ya desaparecido. Le habíamos ganado un pulso a la vida alargándola más allá de su existencia tridimensional.

Pero pasaron los años, muchos años, y hoy descubrimos que probablemente la realidad puede no ser lo que vemos y que nuestros ojos no son los responsables únicos de nuestra visión. Existe un objeto a interpretar y un canal transmisor de la información. Nuestro cerebro hace el trabajo de procesar los datos recibidos y confeccionar la imagen que creemos estar visualizando. Las limitaciones ópticas hacen que el cerebro complete de forma autónoma la información que no le ha llegado basándose en suposiciones y antecedentes históricos.

Saltando al terreno filosófico, el gran pensador alemán Emmanuel Kant nos había adelantado su teoría por la cual no podemos conocer el estado real de las cosas ya que nuestra mente intuye un espacio y un tiempo que no experimenta sino que presupone. Esta presunción está influida por nuestra subjetividad. No vemos las cosas tal cual son sino tal cual nos parece que son, cada uno desde su propia óptica no objetiva. Posteriormente y dentro del pensamiento moderno, la psicología de la gestalt nos dice que la mente configura y crea según las percepciones sensoriales a las que se añaden la memoria, el pensamiento, la inteligencia y la experiencia. Seguimos una tendencia a unir las partes porque, según esta corriente del pensamiento, el todo es más que la suma de las partes. Cuando abrimos los ojos, no vemos fragmentos ni objetos por separado. Procesamos la información en un espacio de tiempo insignificante para estructurar y dar coherencia a aquello que observamos.
Volviendo al terreno fotográfico, ¿cómo podemos llamar a lo que nos ofrece nuestra cámara si tenemos en cuenta que nuestros propios sentidos liderados por la vista no son capaces de reproducir fielmente la realidad?

En fotografía la cámara se añade al proceso de captación visual y se coloca justo antes de nuestros ojos que son el principal canal transmisor de información que tenemos. Si la vista es capaz de inducir a error y provocar que nuestro cerebro distorsione la realidad, ¿qué credibilidad debemos dar al resultado que nos brinda una máquina fotográfica?


Los puristas de la fotografía defienden una imagen que sea fiel reflejo de la realidad pero no entran a valorar la posibilidad cierta de que cada observador es poseedor de una visión subjetiva adulterada al instante por motivos no voluntarios. Ningún tipo de fotografía se puede atribuir la condición de pura o real y ningún fotógrafo puede pretender reflejar la realidad a través de la imperfección de su vista filtrada además por elementos ópticos materiales. Como observadores debemos mentalizarnos de que la imagen que contemplamos no es real y en todo caso se acerca a un modelo visual que el fotógrafo ha querido reflejar de manera más o menos consciente. La popular expresión de “una imagen vale más que mil palabras” es una inducción errónea a confiar primero en nuestros sentidos y segundo en la objetividad del autor.

Más allá de aspectos técnicos que cuestionen el concepto de realidad en la fotografía, existe una variable más importante si cabe y que puede alterar sustancialmente la percepción de una imagen. Se trata de la subjetividad del fotógrafo a la hora de componer una escena y decidir sus características.


El aficionado no es consciente de esta particularidad e intenta retratar lo que cree ser la realidad, mientras que el fotógrafo experimentado procura reflejar su realidad tal y como él la ve. La misión básica del fotógrafo es la de reproducir en imagen aquella percepción visual que se ha construido en su cerebro tras un pro ceso de interpretación subjetiva de estímulos y sensaciones.
Pero más allá de la interpretación de la realidad que realiza el fotógrafo de manera inconsciente mediante su percepción visual inicial, existe una reconstrucción posterior de la escena en la que entran en juegos condicionantes y particularidades voluntarias que harán modificar aún más el resultado final que se presentará al observador. Sus decisiones en cuanto a encuadre, enfoque, tratamiento de la luz, punto de vista, etc. pueden alterar considerablemente lo que cualquier otra persona percibiría en esa misma situación. La suma de todas sus elecciones fabricará una imagen personal, irrepetible, subjetivamente real y objetivamente falsa.

Es un error pensar que con la fotografía podemos reflejar la realidad. A partir de la aceptación de esta premisa, el fotógrafo madurará y crecerá como artista.


© Emilio Hernández Martín, 13 de mayo de 2006.

Texto: Emilio Hernández http://www.emiliohm.com

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